Vengo de leer Memoria por correspondencia de Emma Reyes por tercera vez. Es un libro que no he podido soltar. Lo descubrí hace cinco años en un taller y desde entonces lo busco como referente. Solo que esta vez no me concentré en las cartas a través de las que Emma contó su infancia; en cambio, releí desesperada y casi que maniáticamente su prólogo.
En él, Carolina Sanín habla sobre los tiempos verbales que más usamos para narrar —pasado perfecto e imperfecto— y explica las razones por las que privilegiamos el pretérito a la hora de escribir. El que escribamos en pasado —dice Sanín— significa dos cosas: que la narrativa aspira a inscribir en la memoria un recuerdo, en lugar de ofrecer a la imaginación una experiencia que se viva en el presente de la lectura y que las historias que leemos pasan directamente del pasado del texto a nuestro pasado, sin nunca ser actuales para nuestra percepción. Puede parecer enredado, no por nada lo leí varias veces, pero para mí cobró todo el sentido cuando lo comparé con el estancamiento en el que entró mi segundo libro.
Después de publicar Subienda, una historia que ocurre entre 1982 y la actualidad, me embarqué en la escritura de un segundo proyecto muy diferente. Comencé a estructurarlo pensando que la misma forma que usé para el primero me iba a funcionar. Entonces caractericé los personajes y armé una escaleta a un nivel de detalle milimétrico con escenas y atmósferas. Con lo que no conté fue con que, una vez terminada esa estructura, el desarrollo de uno de los personajes se me iba a complicar.
El libro buscaba narrar las historias de tres mujeres que contarían sus experiencias alrededor del embarazo adolescente, de la pesadilla que es querer tener hijos y no poder hacerlo y del aborto clandestino.
Cada una de ellas usaría el monólogo no solo para contar su historia, sino para darles voz a esos duelos que las mujeres hemos tenido que vivir en silencio. Iba a ser una novela llena de secuencias rotas y datos escondidos, dos de los recursos narrativos que más me gustan. Soñaba con escribir mi propia Pulp fiction de los paradigmas morales y sociales de la maternidad. Iba bien hasta que me empecé a parecer a una de ellas y las transformaciones de mi útero no me dejaron seguir. Decidí protegerme y suspender el proyecto. Meses después de hacerlo y gracias al prólogo de Sanín, descubrí que mi dificultad para continuar tenía que ver con una necesidad urgente del pasado como recurso en una coyuntura que, para mí, se sigue escribiendo en presente.
Desde finales del 2023 empecé a investigar sobre embriología, fecundidad asistida y, en general, del sistema reproductivo de la mujer buscando contar con el material necesario para escribir tres historias verosímiles. Si bien iba a ser una novela, me armé de datos para que las voces de los personajes fueran creíbles. Hasta que en febrero de este año, convencida de la fuerza del libro y con el ímpetu que uno siente cuando sabe que no se escribe de algo sino cuando es urgente contarlo, me descubrieron endometriosis, adenomiosis y un universo de diez miomas —unos intrauterinos, otros no— que desplazan mi útero hacia la derecha y ejercen presión sobre la vesícula y el colon. En medio de la planeación de un embarazo en el futuro, me convertí en el personaje de mi libro al que la posibilidad de tener hijos se le fue nublando.
Busqué un equipo de médicos para abordar cada uno de los frentes. El engrosamiento de las paredes del útero y el nacimiento de un sistema solar de diez planetas que decidieron gravitar mi matriz necesitaban de una estrategia casi militar. En marzo comenzó la visita a varios especialistas y consultorios que yo misma describí en la historia del libro. Quisiera usar el pasado perfecto para decir que fue muy loco vivirlo, pero los procesos médicos en los que estoy ocurren en el presente.
Luego empecé un taller sobre libros autobiográficos con Abril Castillo, la escritora mexicana autora de Tarantela y, en medio de las clases, supe que la razón por la que no puedo seguir armando el relato es porque todavía estoy en el medio. ¿Cómo saber qué va a pasar con este personaje si yo misma aún lo estoy viviendo? Decidí que necesito espacio para poderlo escribir. Necesito agregar el pasado a esa bolsa de mi estrategia narrativa y militar.
Para introducir Memoria por correspondencia Carolina Sanín también dice que quien narra no puede confiar en su propia memoria porque esta presenta grados diversos de nitidez y escenarios recónditos. «La memoria no es leal» dice en el prólogo. Y le creo. El ejercicio que tuvo que hacer Emma Reyes para recordar su vida desde los cuatro años no fue fácil. Pero los recuerdos que escogió contar y sobre todo la forma en que decidió narrarlos hacen de su libro uno de los mejores que he leído.
En mi caso la memoria todavía no está disponible para ser usada porque ni siquiera se ha construido. Además, con el precedente de haber empezado a vivir en carne propia lo que ficcioné para un tercero, prefiero no seguir escribiéndolo.
Quienes hacemos autobiografía nos nutrimos del pasado y de la retroactividad, no por falta de imaginación —después de todo las fronteras entre los géneros son cada más borrosas y permeables y uno puede ficcionar su vida—, sino porque contar del pellejo propio sin tener algo de certidumbre sobre lo que va a pasar hace más difícil la construcción del personaje de uno mismo. Coincido con Sanín cuando dice en el prólogo que son escasos los relatos narrados en presente que son buenos, a no ser que se trate de la reencarnación del Italo Calvino que escribió Si una noche de invierno un viajero.
Memoria por correspondencia empieza y termina con despedidas. La historia se abre con la partida del general Charles de Gaulle por el rechazo de los votantes franceses y se cierra con la imagen de Emma que huye del convento donde estuvo internada.
El comienzo del mío ocurría en una cocina y terminaba en un consultorio. Ahora lo siento raro, sin relación ni hilo conductor. Hoy entiendo que los libros tienen sus propios tiempos y que estos no necesariamente son verbales. De su propia voluntad depende venir al mundo y materializarse o quedarse gravitando el sistema solar de las ideas. Espero que en ese ejercicio de orbitar mi libro algún día encuentre el nexo causal.
¡Ayúdame a que este río suene más!
Lee los posts cada vez que los envíe y dales like ❤️
Déjame un comentario aquí abajo 📨
Comparte en redes sociales 📲